Pninei Halajá

06. No se debe traer a la sinagoga niños pequeños que pueden molestar.

Está prohibido que quien reza siente delante suyo a un bebé, pues es de temer que éste le impida concentrarse (Mishná Berurá 96:4). De esto se deduce, que no se debe llevar a la sinagoga bebés o niños muy pequeños que no saben rezar, pues pueden molestar a quienes rezan. Si bien es costumbre de los píos llevar a los bebés o niños muy pequeños a la casa de estudio para que absorban la atmósfera de santidad que allí reina, ésta se refiere a la hora del estudio y no cuando se reza. También cuando se estudia, es deber del padre de no permitir que el niño fastidie (ver Talmud Jerosolimitano Tratado de Ievamot 1:6, Or Zarúa II Shabat 48).

A los efectos de clarificar la importancia de esta cuestión, he de recordar aquí los conceptos de Rabí Ieshaiahu Horowitz (השל»ה הקדוש) quien escribió en nombre del autor del libro «Orjot Jaím»:

«La conversación de los niños en la sinagoga se trata de una gran prohibición. En nuestros días los niños pequeños vienen a la sinagoga a los efectos de traer castigo sobre quienes los llevan ahí, ya que con su asistencia profanan la santidad de la casa de nuestro D´s al reirse en esta como si se tratase de una calle cualquiera de la ciudad. Un niño juega con el otro, otro golpea a su compañero, uno ríe y otro llora, uno habla y el otro grita, uno corre para aquí y el otro corre para allí. Hay incluso quienes hacen sus necesidades en la sinagoga haciendo que todos comiencen a gritar «¡agua!  ¡agua!». En otros casos el padre le da al niño un libro y este lo tira al piso o lo rompe en una docena de pedazos. En resumen, los juegos de los niños en la sinagoga devienen en la pérdida de concentración de quienes rezan, profanándose así el Nombre Divino. Por lo tanto, quien trae un niño pequeño a la sinagoga no debe de esperar recibir por ello recompensa, sino más bien le es dable esperar una desgracia. Lo peor de todo, es que estos niños pequeños al crecer continuarán faltando el respeto a la sinagoga y luego a la Torá; de modo tal que una trasgresión constantemente repetida se transforma a ojos del trasgresor en permitida y en hábito que no abandonará ni siquiera en su vejez. Para concluir, no se deben traer a los niños muy pequeños a la sinagoga pues al hacerlo se perjudicará y no se beneficiará. Empero una vez que el niño llega a la edad en la que se le comienza a enseñar el cumplimiento de los preceptos (jinuj), habrá de traerlo a la sinagoga y le enseñará a sentarse allí con temor reverencial y respeto, sin permitirle moverse del mismo, y le instará a responder «Amén«al «Kadish» y a la  «Kedusha» (Shnei Lujot Habrit, Tratado de Tamid Ner Mitzvá, Mishná Berurá 98:3).

Quien trajo a su hijo al servicio y este comienza a molestar al rezo público, habrá de tomarlo de la mano y retirarlo de la sinagoga aunque se encuentre en la mitad de la «Amidá«, habiendo de continuar su plegaria afuera (ver adelante 17:15).

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