Pninei Halajá

6 – La luz que ilumina en la oscuridad: la Torá Oral.

No es casualidad que la fiesta de Januca cae en la temporada del año en la cual la extensión de la noche llega a su máximo. En esta época las noches son las más largas del año y el frío invernal se expande por todo el país. Esto y más, en estos días, la luna casi que no ilumina, ya que Januca acaece en los días contiguos a Rosh Jodesh (novilunio), en los cuales la luna se va achicando.

En el preciso momento en que se pone el sol, las penumbras se enseñorean sobre la tierra y la larga noche proyecta su fría y amenazante sombra, los judíos salen con velas en sus manos y encienden la «janukiá», simbolizando de esta manera, la fe judía que se sobrepone a cualquier tiniebla. Tampoco en las épocas más oscuras, en las que crueles imperios gobernaron salvajemente sobre el mundo, tampoco entonces nos desesperamos ni perdimos la luz de la Torá y de la fe y continuamos estudiando y enseñando. Un poco de nuestra luz logra disipar mucha de la oscuridad de nuestros perseguidores.

Los de Januca, son días de alegría de la Torá Oral, ya que el precepto del encendido de las velas tiene origen rabínico y fue de los primeros mandamientos en ser instaurado por nuestros sabios. Más aún, el encendido de las velas de Januca es sumamente representativo del fenómeno de la Torá Oral. En los días del Primer Templo, la profecía se hallaba difundida en el seno del pueblo de Israel, y de hecho la dedicación primordial era sobre la Torá Escrita; pero al destruirse el Santuario y cesar la labor profética, llegó la hora de la Torá Oral. Esta es la expresión más tangible de la coparticipación del pueblo de Israel en el descubrimiento de la luz de la Torá. Los principios de la Torá están establecidos en su versión escrita, mientras que los senderos prácticos que permiten su cumplimiento, se manifiestan en su versión oral. La luz de la Torá Escrita es más potente, ésta se asemeja a la poderosa luz solar del mediodía, mientras que la de la Torá Oral se asemeja a la luz de la luna y las estrellas. Sin embargo, la Torá Oral tiene la capacidad de hacer llegar su luz a los recovecos más íntimos del alma humana, y así iluminar los rincones más oscuros del mundo. En los días del Segundo Templo se establecieron las reglas y las bases del estudio de la Torá Oral, sus mecanismos legislativos tanto en lo referente a la institución de normas como la reglamentación de prohibiciones y el establecimiento de ordenanzas y costumbres. Fue mediante la luz especial de la Torá Oral, la cual se asemeja a las velas de Januca que alumbran la oscuridad, que pudimos enfrentarnos exitosamente a todas las dificultades del exilio.

Estas ideas ocultas e implícitas de Januca son, por lo visto, la razón interior del amor y el cariño que tuvo el pueblo de Israel por el cumplimiento de este precepto a lo largo de las generaciones, al punto de que por más alejado que esté un judío de la tradición religiosa, muy difícilmente no encienda velas en esta fiesta. Más aún, la totalidad de los judíos acostumbra a cumplir con el precepto del encendido de velas con dos grados de excelencia: «mehadrín min hamehadrín» (ver más adelante capítulo 12 inciso 2).

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