Pninei Halajá

13. Leyes referentes al recitado de las bendiciones.

Una mujer que recita los cánticos de alabanza y las bendiciones del recitado del «Shemá» debe tener cuidado de no interrumpir entre estas dos secciones, ya que los primeros son un preparativo para el rezo. Por esta razón no se puede interrumpir desde el inicio de la bendición «Baruj Sheamar«, previa a los cánticos de alabanza, y hasta el final de la Amidá (Shulján Aruj 54:3).

En la bendición «Iotzer Or» se recitan los versículos de la Kedushá y si bien esta última no se puede recitar sin Minián, la mayoría de los juristas considera que en este caso no se requiere de quórum ya que se trata de un relato de cómo los ángeles consagran a HaShem  y no tenemos la intención de consagrarlo nosotros mismos en este pasaje (Talmidei Rabenu Ioná). A los efectos de cumplir con las opiniones de todos los juristas, a priori es bueno que la mujer que recita la bendición de «Iotzer Or» sin Minián, lea los versículos de la Kedushá con sus entonaciones musicales (Ta´amei HaMikrá) como quien lee del Tanaj, pues entonces se considera que los pronuncia como quien estudia, lo cual está permitido según todas las opiniones (Terumat Hadeshen, Shulján Aruj 59:3). La mujer en cuestión no precisa conocer a la perfección las diferentes entonaciones, lo principal es que entone para que se denote  que lee al profeta.

Si bien tanto el recitado del Shemá como rezar la Amidá son preceptos separados, aquella mujer que incluye ambos pasajes en su plegaria debe adjuntarlos de modo tal que ni bien concluye la bendición de «Gaal Israel» comience la Amidá. Nuestros sabios dijeron que quien reza inmediatamente después de la redención tiene parte en el Mundo Venidero (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 4(B)). Quien adjunta la redención al rezo como los «vatikín«, esto es, con el despuntar del sol, se le asegura que no sufrirá percance alguno durante todo el día (ídem 9(B), Tosafot allí). Quien interrumpe entre la bendición de la redención y la Amidá, se asemeja al amigo del rey que golpea la puerta del palacio y cuando el monarca abre, el visitante se dedica a otra cosa por lo que el rey también se aparta y prosigue con otra ocupación.

Recordar la redención del Eterno cuando salimos de Egipto se asemeja a golpear la puerta del palacio real, pues ésta expresa el gran amor que D´s profesa al pueblo de Israel. Por lo tanto, la salida de Egipto se asemeja al compromiso entre el novio y la novia (Erusín), entre el Eterno y el pueblo de Israel. No se debe perder el momento de gracia y se debe alcanzar el máximo apego posible en el rezo a partir del sentimiento de cercanía despertado en la bendición anterior y pedir que así como nos salvó de mano de los egipcios vuelva a bendecirnos y redimirnos (ver Talmud Jerosolimitano Tratado de Berajot 1:1).

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