Pninei Halajá

03. Salida de Egipto – La liberación del espíritu del yugo material

Existe una diferencia radical entre el pueblo de Israel y el egipcio. La egipcia era una nación sumamente materialista con una perspectiva de mundo pagana. Por el contrario, la nación israelita se caracteriza por su perspectiva de mundo espiritual y abstracta, razón por la cual eran los únicos capaces de recibir la fe en un único D´s inmaterial, carente de cuerpo, de forma o definición material alguna. En virtud de ello el enfoque del pueblo de Israel hacia la realidad material es puro y correcto, y por lo tanto, los judíos son naturalmente recatados y se mantienen al margen de las relaciones sexuales prohibidas. Muy por el contrario, los egipcios al poseer una perspectiva de mundo tan material y poner tanto énfasis en lo tangible se vieron sumamente atraídos por la prostitución y las relaciones prohibidas. Es por ello por lo que la Torá ordena (Vaikrá-Levítico 18:3): «Como las prácticas de la tierra de Egipto -donde habéis habitado no habréis de hacer«, sobre lo cual nuestros sabios, de bendita memoria, comentaron (Torat Cohanim allí): «entre las naciones no había otra con prácticas denigrantes y abominables como la egipcia, especialmente durante la última generación de la servidumbre hebrea» (según el Maharal de Praga Guevurot HaShem cap.4).

La nación egipcia de aquel entonces alcanzó logros materiales y organizativos sorprendentes: generaron un sistema de gobierno estable, un mecanismo de riego sumamente desarrollado y una economía sofisticada (algunos de estos logros se los debían a Iosef HaTzadik). Sin embargo, estos logros materiales estaban desconectados e inclusive opuestos a los principios del mundo espiritual, y su cosmovisión era idolátrica en extremo. Ellos no creían en la existencia de un alma espiritual autónoma, sino que pensaban que ésta dependía del cuerpo para su existencia y estaba sometida a este. Se esmeraban en embalsamar los cadáveres pues pensaban que la existencia humana dependía pura y exclusivamente de la realidad corporal, aunque estuviesen ya muertos y carecieran de posibilidad alguna de moverse y hablar. Empero, para los egipcios estos continuaban existiendo en todos los demás aspectos de su realidad y por ello dedicaban ingentes esfuerzos a los efectos de construir pirámides, que no son más que esplendorosas tumbas para el cuerpo.

En la perspectiva judía de la realidad, lo material ocupa un sitial de importancia, empero, si se conforma una cosmovisión basada absolutamente en lo material, será seguro e inevitable que esta sea pagana e inmoral. Esto se debe a que todos los modelos o patrones de conducta que nos presenta la naturaleza se hallan faltos de moral. Puede haber en ellos belleza y sabiduría reflejadas en las maravillosas leyes naturales, mas carecerán necesariamente de moral. El fuerte devora al débil, los seres humanos poderosos sojuzgan a los más débiles. Según la cosmovisión idolátrica, en vez de aspirar a un escalón superior de existencia se consagra la realidad material tal cual es, con toda la injusticia y violencia que esta encierra.

Por el contrario, en la percepción del universo de la fe y lo espiritual, existe un continuo impulso por reparar el mundo, combatir la iniquidad e instaurar la justicia. Tal como profetizara Ieshaiahu-Isaías (11:4-9) sobre la redención y la conducta del Mashíaj: «…con justicia juzgará al pobre y decidirá con equidad por los débiles de la tierra, y herirá la tierra con la vara de su boca con el aliento de su labios matará al malvado. Y la rectitud ceñirá sus lomos, y la fidelidad ceñirá su cintura. Y el lobo morará con el cordero y el leopardo se acostará con el cabrito, y andarán juntos el becerro y el leoncillo y el cebón, y los conducirá un niño. Y la vaca y el oso comerán juntos; sus cachorros se acostarán juntos. Y el león comerá paja como el buey… Ellos no lastimarán ni herirán en toda Mi santa montaña, porque la tierra estará llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar«.

Vemos entonces que la salida de Egipto no se trata únicamente de la liberación de aquellos hijos de Israel que estaban allí esclavizados, sino que se trató de la liberación del espíritu de las cadenas de la materia. Por ello es tan importante estudiar sobre el Éxodo, al punto que nos fue ordenado todos los años en la noche del Seder vernos a nosotros mismos como si hubiéramos salido de Egipto. Por ello se nos ordenó recordar la salida de Egipto todos los días y todas las noches. En cierta forma el Shabat y cada una de las fiestas fueron instituídos como recordatorio de la salida de Egipto ya que fue allí donde el espíritu se liberó del yugo de la materia. Dado que aun no hemos concluido el proceso emancipatorio de las cadenas materiales, de las ataduras del instinto y sus bajas pasiones, desde un punto de vista espiritual todavía necesitamos continuar saliendo de Egipto y por ello es preceptivo dedicarnos a ello.

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