Pninei Halajá

7 – Las mujeres y la lectura de la Meguilá

Según la opinión de Rashi y de Maimónides, las mujeres deben cumplir con el precepto de la lectura de la Meguilá al igual que los hombres, por lo que una mujer puede leerla para toda su familia y hacerlos así cumplir a todos.  Por el contrario, el autor del libro Halajot Guedolot y Rabenu Jananel consideran que el deber de la lectura se aplica sobre las mujeres de un modo diferente al de los hombres, ya que ellas están obligadas únicamente a escuchar y no a leerla. Según esta opinión una mujer no puede hacer cumplir a su marido con su lectura. En el libro de responsa Avnei Nezer (Oraj Jaím 511) se explica que la diferencia se origina en el hecho de que las mujeres deben escuchar la Meguilá para así publicitar el milagro, y es por eso que están ordenadas en escucharla, mas no de leerla. Según esta idea los hombres están doblemente preceptuados, deben publicitar el milagro y además recordar lo que nos infligió Amalek para motivarse a eliminarlo, por lo que tienen que escuchar la Meguilá y además leerla.

Dado que esta ley es producto de un disenso de equivalente peso legal entre los juristas medievales, la mayoría de los sabios de las últimas generaciones establecieron que una mujer no puede leer la Meguilá para un hombre, y solo en caso de emergencia, cuando no existe la posibilidad de que un hombre la lea para sí o escuche la lectura de otro hombre, puede escuchar la lectura de una mujer y actuar según la opinión halájica de los que consideran que una lectura femenina puede hacer cumplir a un varón.

Una mujer puede leer para otras mujeres y hay quien opina que una mujer no puede hacer cumplir con la lectura a numerosas mujeres, pues en ese caso la norma sería similar a la de la lectura de la Torá, y así como una mujer no lee la Torá, tampoco podrá leer la Meguilá para un público femenino numeroso. Hay quien opina que cuando la lectura se efectúa para otras mujeres, no se recitan las bendiciones (Ben Ish Jai Tetzavé 1, Kaf HaJaím 689:19). La opinión mayoritaria de los juristas es que una mujer puede leer para otras mujeres, y recita al inicio de la lectura las bendiciones igual que en el caso de un hombre. Si hay diez mujeres en el público, recita al final de la lectura la bendición «Ha Rav et Ribenu«. De todas maneras, a priori es preferible que las mujeres escuchen la lectura de un hombre  para así cumplir según todas las opiniones y lo mejor es en la sinagoga, para así publicitar el milagro con presencia multitudinaria.

Cuando un hombre lee para otras mujeres, se acostumbra que éste recita las bendiciones iniciales y si se trata de al menos diez mujeres, al finalizar recita «Ha Rav et Ribenu». Hay quien acostumbra que una mujer recite la bendición por todas, y ambas costumbres son correctas.

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