Pninei Halajá

08. La confiabilidad de los médicos y el asesoramiento con un rabino

En toda pregunta relacionada a un aborto se debe de contar con la opinión de un médico honesto que se refiera a la vida del feto con respeto y temor sagrado, para posteriormente consultar a una autoridad halájica idónea en el tema. Lamentablemente, hubo muchos casos en los cuales los médicos se condujeron negligentemente condenando al feto a morir a pesar de que este gozaba de buena salud. Esto a veces ocurre cuando los resultados de los exámenes presentan dudas y médicos ordenaron abortar antes de repetir las pruebas. A veces, se trata de un problema detectado el tercer mes del embarazo que para diagnosticarlo adecuadamente es necesario aguardar al quinto mes, por ejemplo en el caso del CMV, y a raíz de la poca importancia que el médico en cuestión le adjudica al tema del aborto recomienda realizarlo en el tercer mes sin esperar resultados más precisos.

Escuché de una señora que esperó años hasta poder quedar embarazada y finalmente tras un examen el médico le informó que el feto que llevaba en sus entrañas estaba muerto y debía realizarse una cirugía abortiva de inmediato. Demás está describir el dolor que la embargó. Afortunadamente, mientras esperaba llorando su turno para el raspado pasó por allí un médico que la conocía de tratamientos anteriores. Al percatarse de su tristeza le ofreció volver a revisarla y resultó que el feto estaba vivo. De ese embarazo nació una niña que creció maravillosamente bien.

En virtud de casos como ese, hay juristas que indicaron que no se puede confiar en la opinión de un médico secular, para evitar que en caso de duda respecto de afecciones leves pueda decidir que el feto padece de malformaciones graves e induzca a los padres a abortar injustificadamente. Por ello, estos juristas indicaron que en caso de que no se encuentre a disposición un médico observante, es necesario llevar a cabo dos revisiones distintas a manos de dos médicos diferentes para establecer el status del feto, y en caso de que ambos opinen que este padece de una afección grave, deberán dirigirse a un rabino quien decidirá si se puede o no abortar (Rabino Ovadiá Iosef Asia 1 p. 92).

En la práctica, si bien se debe preferir un médico observante y además corresponde preferir atenderse en un hospital ampliamente comprometido con el cumplimiento de la halajá, se puede confiar en el dictamen de un médico no observante a condición de que sea claro que tiene una actitud de profundo respeto por la vida del feto, y que en caso de presentarse una duda habrá de revisar una y otra vez hasta arribar a la conclusión más exacta posible; y en caso de que sea necesario aguardar unas semanas habrá de hacerlo y no se apresurará a decidir.

Si bien ya aprendimos (halajá 3) que la halajá principal o central es conforme a la opinión de los juristas más flexibles no se puede confiar únicamente en los resultados de los exámenes médicos sino que es necesario asesorarse también con un rabino idóneo en la materia. En primer lugar para que este se cerciore, mediante consulta con un galeno de su confianza, que efectivamente la opinión médica es confiable y todos los exámenes posibles han sido realizados. En segundo lugar, porque no es posible adoptar una opinión flexible en una cuestión de tal gravedad sin que medie un análisis responsable que abarque todos los aspectos de la situación, por ejemplo: la magnitud de la malformación, la calidad del examen, la situación de la familia, la edad del feto y el método abortivo a ser empleado. Además, se trata de una decisión de tipo moral de gran peso que resulta muy difícil de enfrentar para la pareja, por lo que asesorarse con un rabino responsable puede aliviar su conciencia amén de que este puede darle lineamientos de cómo continuar desarrollando el núcleo familiar tras la dura decisión.

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