Pninei Halajá

02. El rey Jizkiahu y Ben Azai

Cuando el enorme ejército del rey asirio Sanjeriv sitiaba Jerusalém, el rey Jizkiahu (Ezequías) se enfermó, tal como está escrito (Ishaiahu-Isaías 38:1): «En aquellos días Jizkiahu enfermó de muerte. Y vino a él Ieshaiahu ben Amotz el profeta y le dijo: ´Así dice el Eterno. Pon tu casa en orden porque morirás y no vivirás´«. El rey sabía ya desde hacía años del peligro que le acechaba por parte del imperio asirio, pues en virtud de los pecados cometidos por el reino de Israel en Samaria, Asiria ya lo había doblegado enviando a sus diez tribus al exilio (Melajim II-Reyes II cap. 17), por lo que la amenaza se cernía inexorablemente sobre el Reino de Iehudá. A los efectos de salvarse de la adversidad, el rey Jizkiahu ordenó a todos sus súbditos que  reparen su conducta y refuercen el estudio de la Torá. «Clavó una espada en la puerta de la casa de estudio y dijo: todo aquel que no estudie Torá será atravesado por esta espada. Revisaron desde Dan (en el Norte) hasta Beer Sheba (en el sur) y no encontraron lego alguno en temas de Torá. Desde Gvat (probablemente en los montes al sur de Jerusalém, hoy conocido como Gush Etzión n. de t.) hasta Antipras (probablemente en los orígenes del rio Yarkón n. de t.)  no encontraron niños o niñas pequeños, hombre o mujer que no sean doctos en las halajot de pureza e impureza» (Talmud Babilonio Tratado de Sanhedrín 94(B)).

Hete aquí que en su momento más difícil, cuando el desastre del cual temía estaba a punto de concretarse y el ejército asirio ya asediaba Jerusalém y cayó gravemente enfermo, vino a visitarlo el profeta y le hace un anuncio terrible: «Pon tu casa en orden porque morirás y no vivirás- morirás en este mundo y no vivirás en el venidero». Jizkiahu conmovido preguntó por el tenor de su pecado que le hace merecedor de semejante castigo. El profeta le respondió: «porque no te dedicaste a la procreación». Jizkiahu respondió que por medio de su espíritu de santidad le fue revelado que le habrían de nacer hijos malvados. El profeta le increpó: ¿por qué habrás de entrometerte en los misterios del Creador? Debes hacer lo que se te ordenó y D´s hará lo que sea correcto a sus ojos. El rey comprendió que había trasgredido y pidió a Ishaiahu le conceda a su hija por esposa para que de esa manera, quizás por su mérito y por el del profeta, los hijos puedan resultar buenos. Este le respondió: ya fue decretada tu sentencia. El rey le ordenó: ¡hijo de Amotz, termina tu profecía y retírate! Esta es la tradición que recibí en la casa de mis ancestros (el rey David), aunque una espada filosa se pose sobre el cuello de la persona que no desespere y renuncie a la posibilidad de la misericordia Divina» (ídem Berajot 10(A)).

Entonces Jizkiahu volvió su rostro contra la pared y oró al Eterno, y le dijo: ´Recuerda ahora te lo ruego oh Eterno cómo he andado ante Ti en verdad y con todo el corazón y he hecho lo que es bueno ante Tus ojos´. Y Jizkiahu lloraba amargamente» (Ishaiahu-Isaías 38:2-3). HaShem escuchó el pedido del rey y ordenó a Ieshaiahu anunciarle que le fueron concedidos quince años más de vida y que sería salvado del ejército asirio. Por la noche salió un ángel de HaShem y mató al ejército de Sanjeriv y la ciudad de Jerusalém se salvó, Jizkiahu desposó a la hija del profeta y nació Menashé. En efecto, el temor del rey se materializó y Menashé fue por mal camino, promovió la idolatría y derramó mucha sangre inocente al punto que en sus días se decretó la sentencia de la destrucción del Primer Templo (Melajim II- Reyes II 19:21). De todas maneras, el precepto de procrear es inamovible pues es el fundamento de la existencia humana en el mundo,  y en el caso de Jizkiahu, la dinastía davídica se vio continuada por medio de su hijo Menashé, y de esta nacerá el Mashíaj pronto en nuestros días.

Encontramos entre uno de los grandes tanaítas (sabios de la Mishná n. de t.) a Ben Azai, que nunca se casó ni cumplió con el precepto de procrear. El Talmud (Babilonio Tratado de Ievamot 63(B)) nos relata que Ben Azai infirió de los versículos que quien no se dedica a la procreación «se asemeja a quien derrama sangre y empequeñece la imagen Divina en el mundo. Le dijeron: Ben Azai: hay quienes enseñan bonito y actúan apropiadamente, otros actúan debidamente si bien no enseñan bonito, mas tú… ¿puedes enseñar tan bonito sin cumplir con tus enseñanzas? Les respondió: ¿Qué puedo hacer? Mi alma se apegó a la Torá, el mundo puede preservarse por medio de otros». Es así que se sentenció para la halajá que quien se dedica por completo a la Torá con enorme ahínco y apego todos los días de su vida, si en virtud de su absoluta inmersión en el estudio no se casó, no detenta trasgresión siempre y cuando su instinto no se desacate (Rambám Ishut 15:3, Shulján Aruj Even Haezer 1:4). Si bien cabe puntualizar que quien así se conduce no detenta trasgresión, de todas maneras no corresponde actuar de este modo (Najalat Tzví 16:6).

Existe sólo un precepto que en caso de gran necesidad exime a quien lo realiza del mandato de procrear y es el estudio de la Torá. Esto obedece a que el estudio mismo de la Torá implica un incremento de vida en el mundo. La prueba de esto es que Ben Azai, a pesar de no dedicarse al precepto de «creced y multiplicaos» profundizó en la importancia del mismo y lo explicó,  y seguramente en virtud de su estudio nacieron muchos niños. Sin embargo, el rey Jizkiahu quiso condicionar el cumplimiento del precepto a que sus hijos no resulten malvados y de esa forma dejó sin efecto un fundamento sagrado de la Torá que expresa el valor absoluto de la vida. Por ello debía ser castigado tanto en este mundo como en el venidero. De esto aprendemos que la vida es el más fundamental de los valores por cuanto que los malvados pueden arrepentirse y retornar. Más aún, aunque estos no retornen, los justos aprenden lecciones de vida  de sus malos actos. Empero, cuando se deja sin efecto el precepto se atenta contra el valor de la vida creada por D´s en este mundo.

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